" Bellas estrellas de la Osa, ¿ sabía yo acaso que un día volvería a veros titilando encima del jardín de mi padre, y que os volvería a hablar de las ventanas de la morada en la que de niño estuve, cuando ya contemplaba el final de mis dichas?" GIACOMO LEOPARDI, LOS RECUERDOS,1831 " Si la especie humana no puede leer en la naturaleza, o leer la existencia, entonces ¿ qué entenderá o aceptará? En otras palabras, ¿ de qué sirve que las criaturas humanas inventen una narración que explique la existencia cuando las realidades de la naturaleza son, en sí mismas, una lectura lineal de cómo es? Por consiguiente, entendamos la naturaleza leyendo la naturaleza. Lo que hay que adquirir es la capacidad de reconocer signos. Esta es la ciencia más alta". Dicho sufí ANALFABETO Alcé la cara al cielo, inmensa piedra de gastadas piedras: nada me revelaron las estrellas.
HERMANDAD Homenaje a Claudio Ptolomeo Soy hombre : duro poco y es enorme la noche. Pero miro hacia arriba: las estrellas escriben. Sin entender comprendo: también soy escritura y en este mismo instante alguien me deletrea. Octavio Paz. El fuego de cada día.
LO QUE DEJA EL OLVIDO Si el necesario olvido, como el contagio de una llama, tanto más cruento cuanto más tangible, anuda sus tercos tentáculos en la benevolente orilla de tu alma, no lo dejes huir, acógelo entre los muros que te cercan, búscale un sitio dentro de tu sueño, jamás le opongas resistencia alguna ni esquives su agresión con tu memoria. Mas si el olvido aquel, como el aliento del salitre en las rocas, interminablemente vuelve a surgir al par que se escapa y entre las grietas de los años deja el sedimento puro de cuanto fue preciso vivir, de aquello que quizá constituya la base y el reducto de la esperanza humana y es la vida ( precisamente ella) quien está convirtiéndolo en historia, alza entonces contra el posible olvido todo el poder que te concede tu propia libertad, quebrántale sus torrenciales cláusulas al tiempo, que en la enterrada cifra de todo lo vivido, su propio dardo oscuro será tu más gustosa recompensa. TODO LO QUE HE VIVIDO Todo lo que he vivido, todo lo que he salvado vigilantemente del feroz exterminio de los días, todo cuanto fui, hoy os lo ofrezco, ojos que seguiréis el rastro de estas letras, pechos que olvidaréis mi condición de crédulo, mi modo de vivir, todo os lo doy ahora lo mismo que os daría mi palabra final en su declinación de certidumbre única. Es mi memoria lo que os pongo en las manos, cuanto conozco mío: la integridad perpleja de mi vida, también la vida de los otros hecha a mi semejanza, apenas la profética ceniza de un tiempo ardiendo entre furiosos raptos, bajo la servidumbre de intolerables leyes. Cada día y su huella, cada amor que me hizo, fulgen aquí, combaten, me atestiguan, restañan todavía sus agrietados bordes, erigen su verdad de igual manera que un hombre sólo funda cuanto ama. Desde mi propia duda, desde la libertad de estar viviendo, desde el fondo de quien aprende cada día a renunciar al tiempo, traigo mi voz y su holocausto, la diaria historia de mis conjeturas, para que no esté sola mi palabra, para poder vivir quizá desde el merecimiento en que la creo. CUANDO ESTAS PALABRAS ESCRIBO Cuando estas palabras escribo sabiendo de antemano que jamás premio alguno ni precaria mentira podrán mover mi boca, sabiendo que estas páginas ondulan como respiraciones de un dios inexorable que va dando rigor y poderío a mi conciencia, sabiendo, en fin, que cuantas verdades diga han de ser sin remedio y vanamente, entonces, el fundamento de mi propio vivir, esa tierra de nadie en que me arraigo, se junta a cuanto existe, lucha contra el asedio del tiempo suspensivo y yace allí forjando su mísera lección, creciendo entre preguntas, irguiéndose entre ruinas, hasta hacerse cenizas de mis propias palabras. Parte a parte, letra a letra, lágrima a lágrima, escribo aquí la historia de la razón de amor con quien convivo, del impasible tiempo al que me vuelvo, y sé que de algún modo esta mano agobiada ha de hacerse perenne, no por ser parte mía sino por la conducta de su inviolable libertad, por los sueños que traza, por la soberanía de los poderes que establece entre los vaticinios de la alerta memoria. Y estas palabras que reúno al calor de un papel insuficiente, entre la insurrección de mis horarios actos, son solamente mías y nadie podrá darles otra vez su sentido, porque ellas me hicieron de tal forma con su frágil verdad que ya manifestaron para siempre lo que Dios y mi hombría sólo saben.
Mío es el tiempo - dije- , podré saber quién soy. J.M. Caballero Bonald. Somos el tiempo que nos queda. Obra poética completa 1952- 2005