sábado, 6 de agosto de 2016

Al doblar la esquina


Un buen día, de repente, te conviertes en un hombre sin mujer. Ese día sobreviene de repente, sin mediar el menor indicio o aviso, sin corazonadas ni presentimientos, sin llamar a la puerta y sin carraspeos. Al doblar la esquina, te das cuenta de que ya estás allí. y no puedes dar marcha atrás. una vez que doblas la esquina, se convierte en tu único mundo. En ese mundo pasan a decir que eres uno de esos " hombres sin mujeres". En un plural gélido.
 Sólo los hombres sin mujeres saben cuán doloroso es, cuánto se sufre por ser un hombre sin mujer. por perder ese espléndido viento de poniente. Por que te arrebaten eternamente los catorce años ( la eternidad debe de andar alrededor de los mil millones de años). Por escuchar a lo lejos el lánguido y doloroso canto de los marineros. Por hundirte en el oscuro fondo marino con los amonites y los celacantos... Por citarte con un desconocido en un punto intermedio al azar entre el conocimiento y la ignorancia. Por derramar lágrimas sobre el pavimento seco mientras mides la presión de los neumáticos del coche.

  Convertirte en un hombre sin mujer es muy sencillo: basta con amar locamente a una mujer y que luego ella se marche a alguna parte. En la mayoría de los casos ( como bien sabrás), son taimados marineros quienes se las llevan. Las seducen con su labia y las embarcan deprisa hacia Marsella o Costa de Marfil. Prácticamente nada podemos hacer frente a ello. También es posible que ellas mismas acaben quitándose la vida, sin haberse relacionado con ningún marinero. Frente a eso tampoco podemos hacer nada. ni siquiera los marineros pueden.
  Sea como fuere, así es como te conviertes en un hombre din mujer. Todo sucede en un abrir y cerrar de ojos. Y una vez convertido en hombre sin mujer, el color de la soledad va tiñendo hasta lo más hondo de tu cuerpo. Como una mancha de vino que se derrama sobre una alfombra de tonos claros. No importa  cuán amplios sean tus conocimientos en labores domésticas, porque eliminar esa mancha será una  terriblemente ardua. Quizá el color se vuelva desvaído con el tiempo, pero probablemente la mancha permanecerá hasta que exhales el último suspiro. Es una mancha cualificada y, como tal, también tendrá su derecho a manifestarse en público de vez en cuanto. No te quedará más remedio que vivir con la suave transición de su color y con su contorno polisémico.

 En ese mundo, todo suena de distinta manera. La forma de tener sed es distinta. El modo en que el pelo crece es distinto... Aunque más tarde conozcas a otra mujer, y por muy estupenda que ésta sea ( de hecho, cuanto más estupenda, peor), empiezas a pensar que la perderás desde el mismo instante en que la conoces. La sombra evocadora de los marineros, el timbre de de las lenguas extranjeras en sus bocas ( ¿griego?), ( ¿ estonio?), ( ¿ tagalo?) te pondrán nervioso. Todos los nombres exóticos de los puertos del mundo te harán temblar. Porque ya sabes qué se siente al ser un hombre sin mujer. Tú eres una alfombra persa de tonos claros, y la soledad, la mancha del Burdeos que nunca se eliminará. La soledad la traen de Francia, y el dolor de la herida, de Oriente. Para los hombres sin mujeres, el mundo es una mezcolanza vasta e intensa, es la otra cara de la Luna en su totalidad.

HARUKI MURAKAMI.   HOMBRES SIN MUJERES




Un órgano independiente

Cuando su corazón se mueve, tira del mío. Como dos barcas atadas por una cuerda. Que no se puede cortar, pues no existe ningún cuchillo capaz de cortarla.
  Muy tarde descubrimos que estaba atado a la barca equivocada. Pero ¿ acaso puede afirmarse eso con toda certeza?.

Haruki Murakami.  Hombres sin mujeres