viernes, 22 de mayo de 2020




Volver al hogar

   Nunca he visto los cuervos abandonar el árbol por la mañana, pero cada tarde, una media  hora antes de que oscurezca, empiezan a acudir desde todos los puntos del pueblo. Tal vez haya algunos que se dediquen a barrer el cielo por zonas llamando a los demás para volverf a casa, o quizá vuelen por libre en círculos recogiendo a los rezagados antes de posarse en el árbol. He observado bastante, cabría esperar que a estas altutras lo supiera, pero yo solo veo cuervos, docenas de cuervos, que llegan volando desde todas las direcciones y cinco o seis se quedan dando vueltas como sobre el aeropuerto de O'Hare, graznando, graznando. Y de pronto se hace el silencio en una fracción de segundo y no ves ni uno. El árbol parece un arce corriente. Jamás dirías que hay tantos pájaros ahí metidos.

Ni siquiera sé por qué empecé a darle vueltas. Ahora las urracas pasan como relámpagos azules, verdes sobre el fondo nevado. Tienen un graznido similar, mandón y estridente. Por supuesto podría conseguir un libro o llamar a alguien y averiguar los hábitos de cría de los cuervos, pero lo que me preocupa es que los descubrí solo por azar. ¿ Qué más me he perdido? ¿ Cuántas veces en mi vida he estado, digámoslo así, en el porche de atrás y no en de delante? ¿Qué me habrían dicho que no alcancé a escuchar? ¿ Qué amor pudo haberse dado que no sentí?
  Son preguntas inútiles. La única razón por la que vivido tanto tiempo es porque fui soltando lastre del pasado. Cierro la puerta a la pena al pesar del remordimiento. Si permito que entren, aunque sea por una rendija de autocompasión, zas, la puerta se abrirá de golpe y una tempestad de dolor me desgarrará el corazón y cegará mis ojos de verguenza rompiendo tazas y botellas derribando frascos rmpiendo las ventanas tropezando sangrienta sobre azucar derramado y vidrios rotos aterrorizada entre arcadas hasta que con un estremecimiento y sollozo final consiga volver a cerrar la pesada puerta. Y recoja los pedazos una vez más.
  Tal vez no sea tan arriesgado dejar que el pasado entre, siempre que sea bajo la premisa < ¿ Y si?>. ¿ Y si hubiera hablado con Paul antes de que se marchara? ¿ Y si hubiera pedido ayuda? ¿Y si mi hubiera casado con H? Sentada aquí, mirando por la ventana el árbol donde ahora ahora no hay hojas ni cuervos, las respuestas a cada una de esas preguntas resultan extrañamente tranquilizadoras. Son especulaciones imposibles. Todo lo bueno o malo que ha ocurrido en mi vida ha sido predecible e inevitable, en especial las decisiones y los actos que han garantizado que ahora esté completamente sola.
  Pero ¿ y si vuelvo atrás, a antes de que nos mudáramos a Sudamérica?







  Todos tenemos nuestros álbumes de recortes mentales. Planos congelados. Instantáneas de gente a la que amamos en momentos. En esta aparece Sally enfundada en ropa deportiva verde oscura, cruzada de piernas en la cama.

Lucia Berlin
Manual para mujeres de la limpieza