miércoles, 6 de enero de 2016

Los campos son más verdes en el decirlos que en su verdor.


116.

Escribir equivale a olvidar. La literatura es la manera más agradable de ignorar la vida. La música arrulla, las artes visuales animan, las artes vivas ( como la danza y las representaciones ) entretienen. La primera, sin embargo, se aleja de la vida por hacer de ella un sueño; las segundas, con todo, no se alejan de la vida -unas porque se sirven de fórmulas visibles y por tanto vitales, otras porque viven de la misma vida humana.
  No es el caso de la literatura. La literatura simula la vida. Una novela es una historia de lo que nunca fue y un drama es una novela que se ofrece sin narración. Un poema es la expresión de ideas o de sentimientos de un lenguaje que nadie utiliza, porque nadie habla en verso.





117.

 La mayoria de las personas padecen de no saber decir lo que piensan y ven. Dicen que no hay nada más difícil  que definir en palabras una espiral: es necesario, dicen, dibujar en el aire, con la mano y sin literatura, el gesto ascendente y ordenadamente enrollado con el que aquella figura abstracta de los muelles o de algunas escaleras se manifiesta a nuestros ojos. Pero, siempre que nos acordemos de que decir es renovar, podremos definir sin dificultad una espiral: es un círculo que sube sin llegar nunca a acabarse. Sé muy bien que la mayor parte de la gente no se atrevería a definirla así, porque supone que definir es decir lo que los otros quieren que se diga, y no lo que es preciso decir para definir. Lo diré de otro modo: una espiral es un círculo virtual que se desdobla subiendo sin nunca realizarse por completo. Pero no, la definición sigue siendo abstracta. Buscaré lo concreto, y todo podrá verse: una espiral es una serpiente sin serpiente enroscada verticalmente en torno a nada.
 Toda la literatura consiste en un esfuerzo para hacer real la vida. Como todos saben, incluso cuando actúan sin saber. la vida es absolutamente irreal , en su realidad directa; los campos, las ciudades, las ideas, son cosas absolutamente ficticias, hijas de nuestra compleja sensación de nosotros mismos. Son intrasmisibles todas las impresiones salvo si las hacemos literarias. Los niños son muy literarios porque dicen tal como sienten y no tal como debe sentir quien siente según otra persona. Oí una vez a un niño que decía, queriendo que estaba a punto de llorar, no " Tengo ganas de llorar", que es lo que diría un adulto, es decir, un estúpido, sino "Tengo ganas de lágrimas". Y esta frase absolutamente literaria, hasta el punto de que resultaría afectada en un poeta célebre , si pudiera llegar a decirla, explica resueltamente la presencia caliente de las lágrimas saltando de los párpados conscientes de la amargura líquida. " ¡Tengo ganas de lágrimas!" Aquel chiquillo supo definir bien su espirar.
  ¡Decir! ¡Saber decir! ¡Saber existir a través de la voz escrita y de la imagen intelectual! Todo esto es lo que en la vida vale: lo demás son hombres y mujeres, amores supuestos y vanidades facticias, subterfujios de la digestión y del olvido, gentes removiéndose como bichos cuando se levanta una piedra bajo el enorme pedregal abstracto del cielo azul y sin sentido.





27.

La literatura, que es el arte casado con el pensamiento y la realización sin la mancha de la realidad, se me antoja el fin hacia el que debería tender todo esfuerzo humano, si fuera verdaderamente humano, y no una superficialidad del animal...
Las flores si se describen con frases que las definan en el aire de la imaginación, tendrán colores de una permanencia que la vida celular no permite.
Moverse es vivir, decirse es sobrevivir. No hay nada de real en la vida que no lo sea porque fue bien descrito. Los criticastros suelen señalar que tal poema ,ampliamente  rimado, no quiere al fin decir sino que hace un buen día. Pero decir que hace un buen día es difícil, y hasta un buen día, al final, acaba por pasar. Tenemos por eso que conservar el buen día en una memoria florida y duradera, y así constelar de nuevas flores o de nuevos astros los campos y los cielos de la exterioridad vacía y pasajera.

Fernando Pessoa

lunes, 4 de enero de 2016

Pero¿ qué es lo que está buscando, que le hace mirar así?... Los infinitos/ Banville

                                                                 Solen, / El sol, 1912-1913

NADA ES PEQUEÑO NADA ES GRANDE-
HAY MUNDOS EN NOSOTROS. LO PEQUEÑO SE DIVIDE
EN LO GRANDE, LO GRANDE EN LO PEQUEÑO.-
UNA GOTA DE SANGRE, UN MUNDO CON CENTROS
DE SOL Y PLANETAS. EL MAR UNA GOTA UN TROCITO
DE UN CUERPO-
DIOS ESTÁ EN NOSOTROS Y NOSOTROS ESTAMOS EN DIOS.
LA LUZ ORIGINARIA ESTÁ POR TODAS PARTES Y VA MÁS ALLÁ
DONDE HAY VIDA- TODO ES MOVIMIENTO Y LUZ-
LOS CRISTALES NACEN Y SE FORMAN COMO LOS NIÑOS
EN EL VIENTRE MATERNO. INCLUSO EN LA DURA PIEDRA
ARDE EL FUEGO DE LA VIDA
LA MUERTE ES EL COMIENZO DE LA VIDA- DE NUEVAS
CRISTALIZACIONES
NOSOTROS NO MORIMOS, EL MUNDO SE NOS MUERE
LA MUERTE ES EL AMANTE DE LA VIDA
EL DOLOR ES EL AMIGO DE LA ALEGRÍA-
A UNA MUJER
SOY COMO UN SONÁMBULO
QUE CAMINA POR LA CUMBRERA DE UN TEJADO
NO ME DESPIERTES CON BRUTALIDAD
O CAERÉ Y ME DESTROZARÉ

Edvard Munch



MONTAÑAS EN JULIO

Nosotros vivimos en una constelación
de trozos y de tonos,
no en un único mundo,
en cosas bien dichas en música,
al piano o en el habla,
igual que en una página de poesía...
Pensadores sin pensamientos finales
en un cosmos siempre incipiente,
tal como, cuando escalamos un monte,
Vermont de pronto queda junto

Wallace Stevens


Piensa de nuevo en el niño del tren y como tantas veces le sobrecoge el misterio de la otredad.           ¿ Cómo puede ser él un yo y los demás otros yoes puesto que los demás también lo son en sí mismos? Es consciente, desde luego, de que no es ningún misterio sino una simple cuestión de perspectiva. La mirada, dice para sí, la mirada crea el horizonte. Es algo que oído decir muchas veces a su padre, copiando a alguien, supone. El niño del tren constituía para él una especie de horizonte y él era una especie de horizonte para el niño sólo porque ambos creían encontrarse en el centro de algo- pensaban ser, en realidad, el centro mismo-, y ésa es la sencilla solución del presunto misterio. Y sin embargo...

PREGUNTA: ¿ Cómo puede la gente ser plenamente real cuando se encuentra en otra parte, fuera del propio campo visual? Él no es tan solipsista- lo es pero no tanto- como para imaginar que es la proximidad lo que confiere a la gente su realidad esencial. Por supuesto que existen otros más allá de su presencia, miles de millones, pero no forman parte del misterio propiamente dicho ya que él no sabe nada de ellos, no le importan nada. Los verdaderamente misteriosos son los que le resultan más conocidos, su triste esposa, su abandonada progenie, su deseada nuera. Que deban llevar una existencia independiente de él, y, en efecto, de ellos, entre sí, también, es una afrenta a las leyes de..., ¿ de qué? A  veces piensa si su temprana adhesión a la teoría que postula nuestra existencia en medio de múltiples mundos entrelazados no se debía sino al hecho de que, cuando no estaban con él, los  otros habían de encontrarse forzosamente en algún sitio- he dicho que era solipsista- pero incluso metidos en ese lugar, con la nariz pegada al cristal de aquella infinidad de fisuras transparentes, ¿ cómo evitar que hicieran cosas que él no podría imaginar o, si lograra imaginárselas, no podría dar por ciertas?

Los infinitos. John Banville


Me duelen la cabeza y el universo. Los dolores físicos, más claramente dolores que los morales, desarrollan, por un reflejo en el espíritu, tragedias no contenidas en ellos. Nos traen una impaciencia por todo que, por ser por todo, no excluyen a ninguna de las estrellas.
  No comulgo ni nunca comulgué ni podré, supongo, comulgar nunca, con aquel concepto bastardo, según el cual somos, como almas , consecuencia de una cosa material llamada cerebro, que existe, de nacimiento, dentro de otra cosa material llamada cráneo. No puedo ser materialista, que es como creo que se llama ese concepto, porque no puedo establecer una relación nítida-una relación visual, digamos- entre una masa visible de materia cenicienta, o de otro color cualquiera, y esta cosa que soy yo que por detrás de mi mirada ve los cielos y los piensa e imagina cielos que no existen. Pero, aunque nunca pueda caer en el abismo de suponer que una cosa pueda ser otra sólo porque se encuentran en el mismo lugar, como la pared y mi sombra sobre ella, o que el depender el alma del cerebro signifique algo más que el depender yo, para mis trayectos, del vehículo que uso para realizarlos, creo, sin embargo, que hay entre lo que en nosotros es sólo espíritu y lo que en nosotros es espíritu del cuerpo una relación de convivencia en la que pueden aparecer discusiones. Y la que vulgarmente aparece es la de que la persona más ordinaria incomode a la que lo es menos.

Fernando Pessoa .Libro del desasosiego




Nunca dos cosas son lo mismo, el signo igual es un escándalo; ése es el quid de la cuestión, la cruz a la que me clavaron desde el principio. Diferencia: el término mismo es redundante, una palabra expresamente acuñada para consolar y embaucar. Ah, me decía, me digo, decir igual a no es decir idéntico a, pero ¿ tiene sentido, satisface? Mis ecuaciones abarcaban una multitud de universos pero postulaban un solo mundo de unidad y orden último. Quizá exista tal mundo, pero si lo hay no vivimos en él, y no podemos saber cómo habrían sido las cosas allí. Incluso la identidad del objeto no es sino cuestión de insistir en que es igual a sí mismo. ¿ Dónde puede uno entonces poner el pie y decir: " Esto es terreno firme"? De niño me aterrorizaba ver cómo retrasaban las manecillas de un reloj en marcha, creyendo que el tiempo mismo se retrasaría y todo se sumiría en el desorden, y sin embargo yo iba a ser quien rompería la flecha del tiempo y tiraría el arco destensado.

Los infinitos. John Banville