jueves, 20 de agosto de 2015

Estos días azules y este sol de la infancia






NOCTURNO

                                                     A Juan Ramón Jiménez

   ... berce sur l´azur qu´un vent douce efleure
       L´arbre qui frissonne et lóiseau qui pleure
                                                            VERLAINE


Sobre el campo de abril la noche ardía
de gema en gema en el azul... El viento
un doble acorde en su laúd tañía
de tierra en flor y sideral lamento.

                          *


Era un árbol sonoro en la llanura,
dulce cantor del campo silencioso,
que guardaba un sollozo de amargura
ahogado en el ramaje tembloroso.
 Era un árbol cantor, negro y de plata
bajo el misterio de la luna bella,
vibrante de una oculta serenata,
como un salmo escondido de una estrella.
  Y era el beso del viento susurrante,
y era la brisa que las ramas besa,
y era el agudo suspirar silbante
del mirlo oculto entre la fronda espesa.
  Mi corazón también cantará el almo
salmo de abril bajo la luna clara,
y del árbol cantor el dulce salmo
en un temblor de lágrimas copiara
- que hay en el alma un sollozar de oro
que dice grave en el silencio el alma,
como un silbante suspirar sonoro
dice el árbol cantor la noche en calma-
si no tuviese mi alma en ritmo estrecho
para cantar de abril la paz en llanto,
y no sintiera el salmo de mi pecho
saltar con eco de cristal y espanto.






Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡ Las colinas
doradas, los verdes pinos, 
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
  Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
_ La tarde cayendo está_.
  "En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día:
ya no siento el corazón."
 Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
  La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea 
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
 Mi cantar vuelve a plañir:
" Aguda espina dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazón clavada".

ANTONIO MACHADO


Qué alegría, vivir
sintiéndose vivido.
Rendirse
a la gran certidumbre, oscuramente,
de que otro ser, fuera de mí, muy lejos,
me está viviendo.

PEDRO SALINAS


Luchamos por fijar nuestro anhelo,
Como si hubiera alguien, más fuerte que nosotros,
Que tuviera en memoria nuestro olvido.

LUIS CERNUDA