- ¿ Qué cree usted que es la dignidad?
Debo reconocer que la pregunta, al formulármela de forma tan directa, me cogió desprevenido.
- Es algo difícil de explicar en pocas palabras, señor - repuse-.
Pero creo que, en realidad, se trata de no desnudarse en público.
- ¿ Cómo? ¿ A qué se refiere?
- La dignidad, señor
- ¡ Oh, no, mistres Benn! ¿ Cómo podría atreverme a...?
- Sí, le responderé. Como acaba de decir, es posible que pasen muchos años hasta que volvamos a vernos. Sí, amo a mi marido. Al principio, y durante algún tiempo, no fue así. Cuando me fui de Darlington Hall, me costaba hacerme a la idea de que realmente me había ido. pero de eso hace ya muchos años. Más bien tenía la impresión de que era una treta más para fastidiarle a usted. Me costaba creer que me hallaba de pronto aquí, y que era una mujer casada. Y durante mucho tiempo, sí, durante mucho tiempo, fui muy desgraciada. Pero entonces pasaron los años, llegó la guerra, mi hija Catherine, y un día me di cuenta de que quería a mi marido. Después de tanto tiempo con una persona, uno se acostumbra. Es un hombre bueno y tranquilo, y sí, mister Stevens, he aprendido a amarle.
Tras quedarse un instante callada, prosiguió:
- Claro, eso no impide que haya momentos, momentos muy tristes, en que me digo: "¿ Qué he hecho con mi vida?, y pienso que habría sido preferible seguir otro camino, que tal vez me hubiese dado una vida mejor. Por ejemplo, pienso en la vida que podría haber llevado con usted, mister Stevens. Y supongo que es en esos momentos cuando me enfado por cualquier cosa y me voy. Pero cuando hago eso, no pasa mucho tiempo hasta que me digo que mi sitio está aquí, junto a mi marido. Después de todo, no se puede hacer retroceder el tiempo. No se puede estar siempre pensando en lo que habría podido ser. Hay que pensar que la vida que uno lleva es tan satisfactoria, o incluso más, que la de los otros, y estar agradecido.
Creo que no respondí inmediatamente. No me resultó fácil digerir aquellas palabras. Además, como supondrán ustedes, suscitaron en mí cierta amargura. En realidad, ¿ por qué no admitirlo?, sentí que se partía el corazón. Sin embargo, poco después, me volví hacia ella y le dije:
- Tiene usted toda la razón, mistress Benn. Ya es demasiado tarde para hacer retroceder el tiempo...
Mucha gente prefiere la noche al día. Siendo así, quizá deba seguir el consejo de no pensar tanto en el pasado, y de mostrarme más optimista y de aprovechar el máximo lo que resta del día. Después de todo, ¿ qué se gana con estar mirando siempre atrás? ¿ Con culparnos del hecho de que la vida no nos haya llevado por el camino que deseábamos? Por duro que parezca, la realidad para la gente como ustedes o como yo es que no tenemos más opción que dejar nuestro destino en manos de esos grandes personajes que guían el mundo y que contratan nuestros servicios. ¿ Para qué preocuparse tanto por lo que deberíamos haber hecho o dejado de hacer para dirigir el curso que tomaban nuestras vidas? Para personas como usted o como yo, la verdad es que basta con que intentemos al menos aportar nuestro granito de arena para conseguir algo noble y sincero.
Kazuo Ishiguro
Los restos del día