LA VOZ
Cada día el silencio de la habitación solitaria
se cierra de nuevo sobre el leve chapoteo de cada gesto,
como el aire. Cada día la angosta ventana
se abre inmóvil al aire que calla. La voz
ronca y dulce no retorna en el fresco silencio.
Se abre, como la respiración de quien está a punto de
hablar,
el aire inmóvil y calla. Cada día es el mismo.
Y la voz es la misma, que no quiebra el silencio,
por siempre idéntica y ronca en la inmovilidad
del recuerdo. La clara ventana acompaña
con su breve latido la calma entonces.
Cada gesto golpea la calma entonces.
Si sonase la voz, tornaría el dolor.
Tornarían los gestos en el aire asombrado
y palabras, palabras a la voz queda.
Si sonase la voz, hasta el breve latido
del silencio que dura se haría dolor.
Tornarían los gestos del inútil dolor,
golpeando las cosas en el curso del tiempo.
Más no torna la voz y el remoto susurro
no crispa el recuerdo. La inmóvil luz
otorga su fresco latido. Para siempre, el silencio
calla, ronco y quedo, en el recuerdo de entonces.
MAÑANA
La ventana entornada recuadra un rostro
sobre el campo del mar. Los lindos cabellos
acompañan el tierno ritmo del mar.
No hay recuerdos en este rostro.
Sólo una sombra huidiza, como las nubes.
La sombra es húmeda y dulce como la arena
de una intacta caverna, bajo el crepúsculo.
No hay recuerdos. Sólo un susurro que es la voz del mar convertida en recuerdo.
En el crepúsculo, el agua mullida del alba,
que se impregna de luz, alumbra el rostro.
Cada día es un milagro intemporal,
bajo el sol: lo impregnan una luz salobre
y un sabor a vívido marisco.
No existe recuerdo en este rostro.
No hay palabra que lo contenga
o vincule con cosas pasadas. Ayer,
se desvaneció de la angosta ventana,
tal como se desvanecerá dentro de poco, sin tristeza
ni humanas palabras, sobre el campo del mar.
POR LA MAÑANA, TÚ REGRESAS SIEMPRE
La lumbrera del alba
respira con tu boca
en el fondo de las calles vacías.
Tus ojos, luz gris,
dulces gotas del alba
sobre oscuras colinas.
Tu paso y tu aliento
sumergen las casas
como viento del alba.
La ciudad se estremece,
exhalan las piedras -
eres vida, despertar.
Estrella perdida
en la luz del alba,
crujido de la brisa,
tibieza, respiración-
la noche ha concluido.
Eres la luz y la mañana.
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Las mañanas pasan claras
y desiertas. De igual modo tus ojos
se abrían hace tiempo. La mañana
transcurría lenta, era un remolino
de luz inmóvil. Callaba.
Tú callabas, viva; las cosas
vivían bajo tus ojos
( ni pena, ni fiebre, ni sombra)
como un mar matinal, claro.
Dónde tú estás, luz, está la mañana.
Eras la vida y las cosas.
En ti respirábamos, despiertos
bajo el cielo que aún hay en nosotros.
Ni pena, no fiebre, entonces,
ni esta sombra pesada del día
lleno de gente y distinto.
¡ Oh luz, claridad lejana,
respiración cansada, dirige hacia nosotros
los ojos inmóviles y claros!
Es oscura la mañana que pasa
sin la luz de tus ojos.
Cesar Pavese.
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