El lento movimiento del desdén se parece al de esas
bisagras de tan inaceptable compostura; se desplazan
desde la inercia hacia su propia disfunción y en el tra-
yecto trazan el eje circular de un insidioso límite. Cru-
je en la noche la versatilidad de las maderas, gimen
los parteluces bajo la trabazón de las ferreterías, ja-
dean las juntas como cuerpos articulados en algún
vulnerable distrito del deseo. Pero tú, el que me oyes,
olvídate de esa requisitoria que desde la sinrazón
atañe a tu ventura, olvídate de tantos quejumbrosos
sortilegios murales. No supedites nunca tu conducta
al de esa puerta mal cerrada merced al raudo alarde
de su giro, abre los ojos al tránsito veloz de lo pre-
sunto, umbral de luz movible que franquea la vida.
DESAPRENDIZAJES
Nunca has tenido tiempo de atajar ese moho que ha
acabado invadiendo las paredes, las lindes, el lento
beneplácito de aquella casa irreductible, la más veraz
y perentoria de las que te acogieron en las contra-
rias rutas de la inseguridad. Allí los años se escindían
como si fueran grietas de maderas antiguas, mientras
se acrecentaban esas carcomas insaciables que iban
precipitando los derrumbes con la misma tenacidad
que esgrimen los falsarios para activar el trance de la
defraudación. Pero aún tienes tiempo ( aunque ya no
haya tiempo) de impedir la acechante potencia de
tantos subrepticios estorbos de la libertad. La he-
rrumbre y sus inhóspitas argucias conocen bien el
largo menoscabo de los materiales de construcción, su
pericia fragmentadora en la cimentación de lo unita-
rio, Tu tarea consiste justamente en desocupar de fa-
lacias las volubles informaciones que se fueron jun-
tando en tu experiencia, desplazar esos conocimientos
a los trasuntos perdidizos del olvido, corregir desde
el fondo lo infundado. Todavía estás a tiempo de co-
menzar a reconstruir tu casa, reescribir tu historia,
desaprendiendo al fin lo consabido.
RECONOCIMIENTO
Frágiles son las alas del tiempo que has vivido. Frágiles
y difusas como esbozos trazados al borde mismo
de la desmemoria, como indistintas trazas de ceniza
que el viento arrastra y disemina por un solar desierto.
Su vuelo es una interminable progresión incertezas
que abarca desde un extremo del pasado hasta ese
otro extremo al que no llega nunca el porvenir.
Entre lo alejadizo y lo contiguo se intercalan los ecos,
los barruntos de lo que aconteció en sucesivos plazos
inmanentes y lo que en absoluto pudo nunca ocurrir.
¿ Te reconoces de algún modo en esos obstinados ex-
travíos, sabes que eres aquel que ayer mismo dudaba
de seguir siendo hoy quien lo pregunta? Se atenúan
las brumas a medida que vas atravesando los parajes
difíciles del tiempo y alcanzas finalmente a adivinar
una salida, una constancia sosegante, una inmersión
fugaz en el pretérito. Más allá del amago de sombra
que antecede al vacío, perseveran los últimos recuer.
dos, esos registros instintivos cuya certeza se compu-
ta por la reiteración de los errores. Falta la vida, asiste
lo vivido. Todo lo transitorio concierne a ese eslabón
de la memoria que restaura las cláusulas esquivas del
pasado. Lo demás acabará internándose por los mis-
mos atajos que recorre el olvido.
J.M Caballero Bonald
Desaprendizajes
" El que soy y el que fui se juntan, se interfieren a menudo y fingen ser el mismo".