Yo no guardaba recuerdos de muchos sucesos concretos de la infancia, pero los pocos que sobrevivieron sí eran elocuentes. Como por ejemplo morirnos de risa por pequeñas cosas, como aquella vez que estuvimos de camping en Inglaterra en el verano de 1976, inusualmente caluroso. Una noche estábamos subiendo una cuesta cerca del camping, un coche nos adelantó, e Yngve dijo que los dos del coche se estaban besando, yo entendí " pesando", y nos partimos de risa durante varios minutos, una risa que afloró en muchos momentos del resto de aquella noche.
Si hay algo que echo de menos de mi infancia es eso, el reírme incontroladamente en compañía de mi hermano por cualquier insignificancia. Jugando al fútbol una tarde entera en un llano junto a la tienda de campaña, con dos chicos ingleses, Yngve con su gorra de Leeds, yo con la mía de Liverpool, el sol que se ponía sobre el país, la oscuridad de crecía alrededor de nosotros, las voces bajas que provenían de las tiendas vecinas, yo que no entendía ni una sola palabra de lo que decían. Yngve que traducía. lleno de orgullo. La piscina a la que fuimos una mañana antes de proseguir viaje, donde yo, que no sabía nadar, agarrándome a una pelota de plástico, por alguna razón llegué a la parte profunda. La pelota se me escapó y me hundí en una piscina en la que estábamos solos. Yngve consiguió pedir socorro, un joven acudió corriendo y logró sacarme, mi primer pensamiento después de haber vomitado un poco de agua con cloro fue que mis padres no se enteraran de lo ocurrido. Esos días y esos sucesos eran innumerables, y los lazos que crearon entre nosotros inquebrantables. El hecho de que él pudiera ser más malvado conmigo que ninguna otra persona no cambiaba nada, sino que formaba parte del asunto, y en el contexto en el que él y yo vivíamos, el odio que yo podía sentir por él en esos momento no era más de lo que un arroyo es al río o una luz a la noche.
Giró la cabeza hacia un lado sobre la almohada, como si supiera que estaba siendo observado y se opusiera a ello. Cerré los ojos. Él decía a menudo que en algunas ocasiones nuestro padre se había cargado por completo su autoestima, humillándolo como sólo papá sabía hacerlo, y que eso había marcado ciertos periodos de su vida, en que le había dado por pensar que no sabía hacer nada y que no valía para nada. Y luego hubo otros períodos en lo que todo iba bien, todo fluía, no había duda alguna. Sólo estos últimos se veían desde fuera.
MI padre también había marcado la imagen que tenía de mí mismo, claro que sí, pero quizá de otra manera, al menos yo nunca tuve periodos de duda, seguidos de periodos de fe, para mí todo estaba siempre revuelto, y la duda , que dominaba una parte muy grande de mis pensamientos, nuca se ocupaba de lo grande, sólo de lo pequeño, lo que tenía que ver con el entorno más cercano, amigos, conocidos, chicas, que yo siempre pensaba que me valoraban muy bajo, como un idiota, una sensación que ardía dentro de mí, que todos los días ardía dentro de mí, pero en cuanto a lo grande e importante, nunca dudaba de que podía llegar hasta donde quisiera, sabía que lo tenía dentro, porque mi anhelo era muy grande y nunca descansaba. ¿ Cómo iba a descansar? ¿ Cómo iba yo a machacar a todo el mundo si descansaba?
Esta vez estaba preparado para lo que esperaba, y su cuerpo, cuya piel había oscurecido aún más en el transcurso de las últimas veinticuatro horas, no despertó ninguno de esos sentimientos que el día anterior me habían desgarrado. Ahora lo que vi fue lo inánime. Vi que ya no había ninguna diferencia entre lo que mi padre había sido y la mesa sobre la que yacía, el suelo sobre el que ésta descansaba, el enchufe de la pared debajo de la ventana, o el cable que iba al aplique de al lado. Porque los seres humanos no son más que una forma entre otras formas, expresadas una y otra vez por el mundo, no sólo en lo que vive, sino también en lo que no vive, dibujado en arena, piedra y agua. Y la muerte, que yo siempre había considerado la magnitud más importante de la vida, oscura, atrayente, no era más que una tubería que revienta, una rama que se rompe con el viento, una chaqueta que cae de la percha al suelo.
Karl Ove Knausgard
Karl Ove Knausgard