jueves, 23 de junio de 2022

En mitad de la vida estamos en la muerte

  

  



La vida cambia deprisa.

La vida cambia en un instante.

Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba.

La cuestión de la autocompasión.


La vida cambia en un instante.

El instante normal.


El dolor por la muerte de un ser querido, cuando llega, no es en absoluto como esperamos que sea. No fue lo que sentí al morir mis padres. Lo que yo sentí en ambos casos fue tristeza, soledad ( esa soledad del hijo abandonado a la edad que sea), pesar por el tiempo pasado, por las cosas nunca dichas, por mi incapacidad para compartir o incluso para admitir de ninguna forma real, al final, el dolor, la impotencia y la humillación física que los dos experimentaron. Yo entendí que las muertes de ambos eran inevitables. Llevaba mi vida  entera esperando aquellas muertes ( temiéndolas, teniéndoles terror, imaginándomelas). Cuando por fin tuvieron lugar, se quedaron a cierta distancia, separadas de la cotidianidad de mi vida. Tras la muerte de mi madre recibí una carta de un amigo de Chicago, un antiguo sacerdote de la sociedad Maryknoll que intuía con exactitud lo que yo estaba sintiendo. La muerte de un progenitor, me escribió, " a pesar de lo preparados que estemos y ciertamente a pesar de la edad que tengamos, descoloca las cosas que tenemos muy adentro, desencadena unas reacciones que nos sorprenden y que pueden liberar recuerdos y sensaciones que creíamos olvidados largo tiempo atrás .Durante ese periodo indeterminado que denominamos duelo, es como si estuviéramos en un submarino, en silencio  sobre el lecho oceánico, sintiendo las cargas de profundidad, a veces cercanas y a veces lejanas, que nos azotan con recuerdos".


  Sé por qué intentamos mantener con vida a los muertos: intentamos mantenerlos con vida para tenerlos con nosotros.

  También sé que si queremos seguir vivos llega un momento en que tenemos que dejar ir a los muertos, dejarlos ir, dejarlos muertos.

  Dejar que se conviertan en la fotografía de la mesa.

  Dejar que se los lleve el agua.

  Saber esto no hace que me resulte más fácil dejar que se lo lleve el agua.


JOAN DIDION. El año del pensamiento mágico.


 

 recuerdos:

aquellos partidos de tenis con sus hijos los domingos,

aquellas navidades con sus nietos,

y siempre con su mujer.

Cuál es mi fotografía.