lunes, 14 de septiembre de 2015

El espejo




El espejo


Hoy he visto mi rostro tan ajeno,
tan caído y sin par
en este espejo.

Está duro y tan otro con sus años,
su palidez, sus pómulos agudos,
su nariz afilada entre los dientes,
sus cristales domésticos cansados,
su costumbre sin fe, sólo costumbre.
He tocado sus sienes: aún latía
un ser allí. Latía. ¡ Oh vida, vida!

Me he puesto a caminar. También fue niño
este rostro, otra vez, con madre al fondo.
De frágiles juguetes fue tan niño,
en la casa lluviosa y trajinada,
en el parque infantil
- ángeles tontos-
niño municipal con aro árboles.

Pero ahora me mira- mudo asombro,
glacial asombro en este espejo solo-
y ¿ dónde estoy- me digo-
y quién me mira
desde este rostro, mascara de nadie?

Consiento

Debo morir. Y sin embargo, nada
muere, porque nada
tiene fe suficiente
para poder morir.

No muere el día,
pasa,
ni una rosa,
se apaga;
resbala el sol,
no muere.

Sólo yo que he tocado
el sol, la rosa, el día,
y he creído,
soy capaz de morir.


" Acuérdate del hombre que suspira..."


Me parcelan. Dividen mis derechos
y los defienden por igual.
Ellos, los poderosos
o los santos
o los profesores
o los poetas
o los arzobispos
o los políticos,
los que suelen hablar
en representación de todo el mundo
o quién sabe de quién.
En representación de mí,
que tengo hambre o como
o lloro ( ¿ en representación de quién?),
de mí tan singular, tan oscuro y diario
que me toco, río y muero a la vez
y en representación de mí mismo solamente
amo la vida así.




José Ángel Valente