Confesarse públicamente es como perder tu propia alma. Hay que guardar algo para uno. No puede derrocharse todo.
Al contrario que la moda actual, no creo que todos los momentos vividos en común sirvan para mercadear con ellos. Algunos son de mi propiedad sólo a medias. Además, sigo convencida de que los recuerdos que tengo de los otros todavía no han alcanzado su forma definitiva. A menudo converso con ellos mentalmente, y en estas conversaciones se plantean nuevas preguntas y respuestas.
Qué voy a hacerle, sólo eso puedo decir de mí, y además de manera bastante impersonal, pero compréndanme, el resto, mucho o poco, son cosas privadas, mías, tuyas, de él... Algo así como expedientes protegidos. Es decir, nada que deba ser contado.
Por supuesto, sé cuáles son mis defectos, me hago muchos reproches. No estoy en absoluto satisfecha conmigo misma y tampoco con mi vida, ni con algunos de sus episodios. Pero eso es algo muy personal, no sé hablar de ello en público. Sería un acto de pauperización interior. Al menos en parte, intento plasmar ciertas experiencias en los poemas. A veces sirve, otras no. Pero hablar directamente de ellas no es mi cometido.
Soy una persona muy chapada a la antigua, que se resiste a hablar de sí misma. Aunque quizás sea, más bien, al contrario: soy vanguardista: ¿ y si en épocas venideras la moda de desnudarse públicamente fuera cosa del pasado?.
WISLAWA SZYMBORSKA
Frente al peligro, el cohombro se divide en dos:
una parte la entrega para que la devore el mundo,
la otra huye.
...
En el centro de cuerpo del cohombro se abre un abismo
de dos orillas inmediatamente ajenas entre sí.
En una orilla la muerte, en la otra la vida.
Aquí la desesperación, allí el consuelo.
...
Sabemos dividirnos, es verdad, también nosotros.
Pero sólo en cuerpo y susurro interrumpido.
En cuerpo y poesía.
En memoria de Halina Poswiatowska
( "Autonomía", de Si acaso, 1972)