lunes, 21 de marzo de 2016

Érase una vez un rey, y ese rey encargó a su mago preferido que creara un espejo mágico. El espejo no te mostraba tu reflejo. Te mostraba tu alma..., te mostraba quién eras en realidad .
  El mago no podía mirarse en él sin apartar la mirada. El rey no podía mirarse en él. Los cortesanos no podían mirarse en él. Se ofreció un cofre rebosante de riquezas al súbdito que en aquella tierra apacible pudiera mirarse en aquel espejo sin apartar la mirada durante sesenta segundos. Y nadie fue capaz de hacerlo.

MARTIN AMIS   La Zona de Interés





Demos vueltas en torno al caldero;
echemos en él entrañas ponzoñosas:
sapo, tú que te has pasado
treinta y un días y noches
bajo la piedra fría, sudando veneno,
hierve el primero en la olla hechizada ...

Tajada de sierpe del pantano
que cuece en el caldero;
ojo de tritón, pie de rana,
pelusa de murciélago y lengua de can,
lengua de víbora y aguijón de alimaña,
pata de lagarto y ala de mochuelo...

Escamas de dragón, colmillo de lobo,
momia de bruja,
tripas de insaciable tiburón,
raíz de cicuta arrancada en la noche,
hígado de judío blasfemo,
hiel de cabra, virutas de tejo
plateado en eclipse de luna,
nariz de turco, labios de tártaro,
dedo de niño parido en un foso
por una ramera, y ahogado al nacer,
y que la bazofia hierva hasta que espese ...

Y que enfríe con sangre de mono,
y se habrá obrado el conjuro.

Estoy tan hundido en sangre
que, aunque no quisiera avanzar más,
volver sería tan duro como continuar.

WILLIAM SHAKESPEARE, Macbeth






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