jueves, 19 de mayo de 2016
No hay mayor lujuria que el pensar
LAS MUJERES DE RUBENS
Hercúleas, fauna femenina,
desnudas como el estrépito de barriles.
Anidan en lechos aplastados,
duermen con la boca abierta para chillar.
Sus pupilas han huido hacia el fondo
y penetran al interior de las glándulas,
de las que gotea levadura en la sangre.
Hijas del barroco. Engorda la masa en el cuezo,
humean de vapor los baños, se sonrojan los vinos,
por el cielo galopan cochinillos de nubes,
relinchan las trompetas ante el peligro físico.
¡ Oh acalabazadas, oh excesivas
y duplicadas al deshacerse de los vestidos,
triplicadas por el ímpetu de la pose,
grasientos platos de amor!
Sus flacas hermanas se levantaron antes
de que amanecieran en el cuadro.
Y nadie las vio caminar en fila india
por el lado no pintado del lienzo.
Desterradas del estilo, las costillas contadas,
pies y manos, dirías que de ave.
Intentan levantar el vuelo con sus omóplatos huesudos.
El siglo trece les daría un fondo dorado.
El veinte, una pantalla plateada.
Ese diecisiete, en cambio, no tiene nada para las planas.
Porque hasta el cielo es convexo,
convexos ángeles y convexo Dios:
Febo bigotudo que en un corcel sudoroso
entra en la alcoba hirviente.
DE SAL 1962
Wislawa Szymborska
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