miércoles, 18 de marzo de 2020

En estos tiempos


  " Todos estamos condenados al polvo y al olvido, y las personas a quienes yo he evocado en este libro o ya están muertas o están a punto de morir o como mucho morirán- quiero decir, moriremos- al cabo de unos años que no pueden contarse en siglos sino en decenios. < Ayer se fue, mañana no ha llegado, / hoy se está yendo sin parar un punto, / son un fue, y un será, y un es cansado...>, decía Quevedo al referirse a la fugacidad de nuestra existencia, encaminada siempre ineluctablemente hacia ese momento en que dejaremos de ser.  Sobrevivimos por unos frágiles años, todavía, después de muertos, en la memoria de otros, pero también esa memoria personal, con cada instante que pasa, está siempre más cerca de desaparecer. Los libros son un simulacro de recuerdo, una prótesis para recordar, un intento desesperado por hacer un poco más perdurable lo que es irremediablemente finito. Todas estas personas con las que está tejida la trama más entrañable de memoria, todas esas presencias que fueron mi infancia y mi juventud o ya desaparecieron, y son sólo fantasmas, o vamos camino de desaparecer, y somos proyectos de espectros que todavía se mueven por el mundo. En breve todas estas personas de carne y hueso, todos estos amigos y parientes a quienes tanto quiero, todos esos enemigos que devotamente me odian no serán más reales que cualquier personaje de ficción, y tendrán su misma consistencia fantasmal de evocaciones y espectros, y eso en el mejor de los casos, pues de la mayoría de ellos no quedará sino un puñado de polvo y la inscripción de una lápida cuyas letras se irán borrando en el cementerio. Visto en perspectiva, como el tiempo del recuerdo vivido es tan corto, si juzgamos sabiamente, <ya somos el olvido que seremos>, como decía Borges. Para él este olvido y ese polvo elemental en el que nos convertiremos eran un consuelo <bajo el indiferente azul del cielo>. Si el cielo, como parece, es indiferente a todas nuestras alegrías y a todas nuestras desgracias, si al universo le tiene sin cuidado que existan hombres o no, volver a integrarnos en la nada de la que vinimos es, sí, la peor desgracia, pero al mismo tiempo, también, el mayor alivio y el único descanso, pues ya no sufriremos con la tragedia, que es la conciencia del dolor y de la muerte de las personas que amamos. Aunque puedo creerlo, no quiero imaginar el momento el momento doloroso en que también las personas que más quiero- hijos, mujer, amigos, parientes- dejarán de existir, que será el momento en que yo dejaré de vivir, como recuerdo vivido de alguien, definitivamente. Mi padre tampoco supo, ni quiso saber, cuándo moriría yo. Lo que sí sabía, y ese, quizá, es otro de nuestros frágiles consuelos, es que yo lo iba a recordar siempre, y que lucharía por rescatarlo del olvido al menos por unos cuantos años más, que no sé cuánto duren, con el poder evocador de las palabras"

Héctor  Abad Faciolince

El olvido que seremos


  " Se ignora que el valor es virtud de los inermes, de los pacíficos - nunca de los matones-, y  que  a última hora las guerras las ganan siempre los hombres de paz, nunca los jaleadores de la guerra. Sólo es valiente quien puede permitirse el lujo de la animalidad que llama amor al prójimo, y es lo específicamente humano"   Antonio Machado

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