viernes, 22 de mayo de 2020




Volver al hogar

   Nunca he visto los cuervos abandonar el árbol por la mañana, pero cada tarde, una media  hora antes de que oscurezca, empiezan a acudir desde todos los puntos del pueblo. Tal vez haya algunos que se dediquen a barrer el cielo por zonas llamando a los demás para volverf a casa, o quizá vuelen por libre en círculos recogiendo a los rezagados antes de posarse en el árbol. He observado bastante, cabría esperar que a estas altutras lo supiera, pero yo solo veo cuervos, docenas de cuervos, que llegan volando desde todas las direcciones y cinco o seis se quedan dando vueltas como sobre el aeropuerto de O'Hare, graznando, graznando. Y de pronto se hace el silencio en una fracción de segundo y no ves ni uno. El árbol parece un arce corriente. Jamás dirías que hay tantos pájaros ahí metidos.

Ni siquiera sé por qué empecé a darle vueltas. Ahora las urracas pasan como relámpagos azules, verdes sobre el fondo nevado. Tienen un graznido similar, mandón y estridente. Por supuesto podría conseguir un libro o llamar a alguien y averiguar los hábitos de cría de los cuervos, pero lo que me preocupa es que los descubrí solo por azar. ¿ Qué más me he perdido? ¿ Cuántas veces en mi vida he estado, digámoslo así, en el porche de atrás y no en de delante? ¿Qué me habrían dicho que no alcancé a escuchar? ¿ Qué amor pudo haberse dado que no sentí?
  Son preguntas inútiles. La única razón por la que vivido tanto tiempo es porque fui soltando lastre del pasado. Cierro la puerta a la pena al pesar del remordimiento. Si permito que entren, aunque sea por una rendija de autocompasión, zas, la puerta se abrirá de golpe y una tempestad de dolor me desgarrará el corazón y cegará mis ojos de verguenza rompiendo tazas y botellas derribando frascos rmpiendo las ventanas tropezando sangrienta sobre azucar derramado y vidrios rotos aterrorizada entre arcadas hasta que con un estremecimiento y sollozo final consiga volver a cerrar la pesada puerta. Y recoja los pedazos una vez más.
  Tal vez no sea tan arriesgado dejar que el pasado entre, siempre que sea bajo la premisa < ¿ Y si?>. ¿ Y si hubiera hablado con Paul antes de que se marchara? ¿ Y si hubiera pedido ayuda? ¿Y si mi hubiera casado con H? Sentada aquí, mirando por la ventana el árbol donde ahora ahora no hay hojas ni cuervos, las respuestas a cada una de esas preguntas resultan extrañamente tranquilizadoras. Son especulaciones imposibles. Todo lo bueno o malo que ha ocurrido en mi vida ha sido predecible e inevitable, en especial las decisiones y los actos que han garantizado que ahora esté completamente sola.
  Pero ¿ y si vuelvo atrás, a antes de que nos mudáramos a Sudamérica?







  Todos tenemos nuestros álbumes de recortes mentales. Planos congelados. Instantáneas de gente a la que amamos en momentos. En esta aparece Sally enfundada en ropa deportiva verde oscura, cruzada de piernas en la cama.

Lucia Berlin
Manual para mujeres de la limpieza

               

domingo, 10 de mayo de 2020

TANGIBLE AUSENCIA



Que me dejen con mi voz nueva, desconocida. No, no me dejen. Oscura y triste la infancia se ha ido, y la gracia, y la disipación de los dones. Ahora las maravillas emanan del nuevo centro ( desdicha en el corazón de un poema a nadie destinado). Hablo con la voz que está detrás de la voz y con los mágicos sonidos del lenguaje de la endechadora..
  A unos ojos azules que daban sentido a mis sufrimientos en las noches de verano de la infancia. A mis palabras que avanzaban erguidas como el corcel del caballero de Bemberg. A la luz de una mirada que engalanaba mi vocabulario como a un espléndido palacio de papel.
  Me embriaga la luz. No nombro más que la luz. Quiero verla. Quiero ver en vez de nombrar.
  No sé dónde detenerme y morar. El lenguaje es vacuo y ningún objeto parece haber sido tocado por manos humanas. Ellos son todos y yo soy yo. Mundo despoblado, palabras reflejas que sólo solas se dicen. Ellas me están matando. Yo muero en poemas muertos que no fluyen como yo, que son de piedra como yo, ruedan y no ruedan, un zozobrar lingüístico, un inscribir a sangre y fuego lo que libremente se va y no volvería. Digo esto porque nunca más sabré destinar a nadie mis poemas.
  Vida, mi vida, ¿ qué has hecho de mi vida?
  Hemos consentido visiones y aceptado figuras presentidas según los temores y los deseos del momento, y me han  dicho tanto sobre cómo vivir que la muerte planea sobre mí en este momento que busco la salida, busco la salida.
  Volver a mi viejo dolor inacabable, sin desenlace. Temía quedarme sin un imposible. Y lo hallé, claro que lo hallé.
  La aurora gris para mi dolor infuso, me llaman de la habitación más cercana y del otro lado de todo espejo. LLamadas apresurándose a cubrir los agujeros de la ausencia que se multiplican mientras la noche se ofrece en bloques de dispersa oscuridad.
  Luz extraña a todos nosotros, algo que no se ve sino que ser oye, y no quisiera decir más porque todo en mí se dice con su sombra y cada yo y cada objeto con su doble.


                                                 El poeta y su poema

La poesía es el lugar donde todo sucede. A semejanza del amor, del humor, del suicidio y de todo acto profundamente subversivo, la poesía se desentiende de lo que no es su libertad o su verdad. Decir libertad o verdad y referir estas palabras al mundo en que vivimos o no vivimos es decir una mentira. No lo es cuando se las atribuye a la poesía: lugar donde todo es posible.

Cada día son más breves mis poemas; pequeños fuegos para quien anduvo perdida en lo extraño.

                                                                                         1968


Alejandra Pizarnik
Prosa completa

¿ Acaso es nada la vida? ¿ Por qué conceder tanto tiempo a tan inútil aprendizaje?


                                                                UN ROSTRO

Un rostro frente a tus ojos que lo miran y por favor: que no haya mirar sin ver. Cuando miras su rostro- por pasión, por necesidad  como la de respirar- sucede, y de esto te enteras mucho después, que ni siquiera lo miras. Pero si lo miraste, si lo bebiste como sólo puede y sabe una sedienta como tú. Ahora estás en la calle; te alejas, invadida por un rostro que miraste sin cesar, pero de súbito, flotante y descreída, te detienes, pues vienes de preguntarte si has visto su rostro. El combate con la desaparición es arduo. Buscas con urgencia en todas tus memorias, porque gracias a una simétrica repetición de experiencias sabes que si no lo recuerdas pocos instantes después de haberlo mirado este olvido significará los más desoladores días de búsqueda.
  Hasta que vuelvas a verlo frente al tuyo, y con renovada esperanza lo mires de nuevo, decidida, esta vez, a mirarlo en serio, de verdad, lo cual, y esto también lo sabes, te resulta imposible, pues es la condición del amor que le tienes.
                                                           París, mayo de 1962


                                                                    PALABRAS

Se espera que la luvia pase. Se espera que los vientos lleguen. Se espera. Se dice. Por amor al silencio se dicen miserables palabras. Un decir forzoso, forzado, un decir sin salida posible, por amor al silencio, por amor al lenguaje de los cuerpos. Yo hablaba. En mí el lenguaje es siempre un tretexto para el silencio. Es mi manera de expresar mi fatiga inexpresable.
                                                                 Siempre he sido yo la silenciosa
                                                                 Ésta es ahora mi vida: mesurarme, temblar ante cada voz, temblar las palabras apelando a todo lo que de nefasto y de maldito he oído y leído en materia de formas de seducción.
                                                                                1964


                                                                   DEVOCIÓN

Debajo de un árbol, frente a la casa, veíase una mesa y sentados a ella, la muerte y la niña tomaban el té. Una muñeca estaba sentada entre ellas,indeciblemente hermosa y la muerte y la niña la miraban más que al crepúsculo, a la vez que hablaban por encima de ella.
- Toma un poco de vino- dijo la muerte.
La niña dirigió una mirada a su alrededor, sin ver, sobre la mesa, otra cosa que té.
-No veo que haya vino- dijo.
- Esc que no hay- contestó la muerte.
- ¿ Y por qué me dijo usted que había? - dijo.
- Nunca dije que hubiera sino que tomes- dijo la muerte.
- Pues entonces ha cometido usted una incorrección al ofrecérmelo- respondió la niña muy enojada.
- Soy huérfana. Nadie se ocupó de darme una educación esmerada- se disculpó la muerte.
La muñeca abrió los ojos.
                                                                                 1965

                                                            NIÑA EN EL JARDÍN   

Un claro en un jardín oscuro o un pequeño espacio de luz entre hojas negras. Allí estoy yo, dueña de mis cuatro años, señora de los pájaros celestes y de los párajos rojos. Al más hermoso le digo:
- Te voy a regalar a no sé quién-
- ¿ Cómo sabes que le gustaré?- dice.
- Voy a regalarte- digo.
-Nunca tendrás a quien  regalar un pájaro- dice el pájaro. 

                                                                                  1966   

La conciencia del fuego apagó la de la tierra. Mi visión del mundo se resuelve en un adiós dudoso, en un prometedor nunca.
  Culpa por haberme ilusionado con el presunto poder del lenguaje.
  Todo es un interio. Por tanto, el poema es incapaz de aludir hasta a las sombras más visibles y menos traídoras.
  Hablar es comentar lo que place o disgusta. Lenguaje visceral constatador de los fantasmas de las apariencias.
  Escribir no es más lo mío. Con solo nombrar  alcoholes temibles, yo me embriagaba. Ahora- lo peor es ahora, no el miedo a un desastre futuro sino la de algún modo voluptuosa constatación del presente infuso de persencias desmoronadas y hostiles. Ya no es eficaz para mí el lenguaje que heredé de unos extraños. Tan extrajera, tan sin patria, sin lengua natal. Los que decían: " y era nuestra herencia una red de agujeros", hablaban, al menos, en plural. Yo hablo desde mí, si bien mi herida no dejará de coincidir con la de alguna otra supliciada que algún día me leerá con fervor por haber logrado, yo, decir que no puedo decir nada.
                                                                             8 de agosto de 1971 


Alejandra Pizarnik
Prosa completa

lunes, 4 de mayo de 2020

Él Y ELLA



¿ La división entre hombres y mujeres es un producto de la imaginación, como el sistema de las castas en la India y el sistema racial en América, o es una división natural con profundas raíces biológicas? Y si realmente es una división natural, ¿ existen asimismo explicaciones biológicas para la preferencia que se da a los hombres sobre las mujeres?

Sapiens. De animales a dioses
Yuval Noah Harari

miércoles, 8 de abril de 2020




Como todo el mundo, sólo tengo a mi servicio tres medios para evaluar la existencia humana: el estudio de mi mismo, que es el más difícil y peligroso, pero también el más fecundo de los métodos; la observación de los hombres, que logran casi siempre ocultarnos sus secretos o hacernos creer que los tienen; y los libros, con los errores particulares de perspectiva que nacen entre sus líneas. He leído casi todo lo que han escrito nuestros historiadores, nuestro poetas y aun nuestros narradores, aunque se acuse a estos últimos de frivolidad; quizá les debo más informaciones de las que pude recoger en las muy variadas  situaciones de mi propia vida. La palabra escrita me enseñó a escuchar la voz humana, un poco como las grandes actitudes inmóviles de las estatuas me enseñaron a apreciar los gestos. En cambio, y posteriormente, la vida me aclaró los libros.
  Pero los escritores mienten, aun los más sinceros. Los menos hábiles, carentes de palabras y frases capaces de encerrala, retienen una imagen pobre y chata de la vida; algunos, como Lucano, la cargan y abruman con una dignidad que no posee. Otros como Petronio, la aligeran, la convierten en una pelota hueca que rebota, fácil de recibir y lanzar en un universo sin peso. Los poetas nos transportan a un mundo más vasto o más hermoso, más ardiente o más dulce que el que nos ha sido dado, diferente de él y casi inhabitable en la práctica. Para estudiarla en toda su pureza, los filósofos hacen sufrir a la realidad casi todas las mismas transformaciones  que el fuego o el mortero hacen sufrir a los cuerpos; en esos cristales o en esas cenizas nada parece subsistir de un ser o de un hecho tales como los conocimos.

  La observación directa de los hombres es un método aún más incompleto, que en la mayoría de los casos se reduce a las groseras de las que tengo comprobaciones que constituyen el pasto de la malevolencia humana. La jerarquía, la posición, todos nuestros azares restringen el campo visual del conocedor de hombres; para observarme, mi esclavo goza de facilidades totalmente distintas de las que tengo yo para observarlo; pero las suyas son tan limitadas como las mías.

  En cuanto a la observación de mí mismo, me obligo a ella aunque sólo sea para llegar a un acuerdo con ese individuo con quien me veré forzado a vivir hasta el fin, pero una familiaridad de casi sesenta años guarda todavía muchas posibilidades de error. En lo más profundo, mi autoconocimiento es oscuro, interior, informulado, secreto como una complicidad. En lo más  impersonal, es tan glacial como las teorías que yo puedo elaborar sobre los números: empleo mi inteligencia para ver de lejos y desde lo alto mi propia vida, que se convierte así en la vida de otro. Pero estos dos medios de conocimiento son difíciles; el uno exige un descenso, y el otro una salida de uno mismo. LLevado por la inercia, tiendo como todos a reemplazarlos por una mera rutina, una idea de mi vida parcialmente modificada por la imagen que de ella se hace el público, por  juicios en  falsos, como un patrón  ya preparado al cual un sastre inepto adapta penosamente nuestra tela propia. Equipo de valor desigual; instrumentos más o menos embotados. Pero no tengo otros, y con ellos me fabrico lo mejor que puedo una idea de mi destino de hombre.

  Cuando considero mi vida, me espanta encontrarla informe.

  El paisaje de mis días parece estar compuesto, como las regiones montañosas, de materiales diversos amontonados sin orden alguno. Veo allí mi naturaleza, ya compleja, formada por partes iguales de instinto y de cultura.

Marguerite Yourcenar. Memorias de Adriano

jueves, 26 de marzo de 2020

el perdedor


   Predicó en el desierto y murió solo.
   Simón Rodríguez, que había sido maestro de Bolivar, anduvo medio siglo por los caminos de América, a lomos de mula, fundando escuelas y diciendo lo que nadie quería escuchar.
   Un incendió se llevó casi todos los papeles. Éstas son algunas de las palabras que sobrevivieron.

* Sobre la independencia: somos independientes, pero no libres. Hágase algo por unos pobres pueblos que han venido a ser menos libres que antes. Antes tenían un rey pastor, que no se los comía sino después de muertos. Ahora se los come vivos el primero que llega.

* Sobre el colonialismo mental: La sabiduría de Europa y la prosperidad de los Estados Unidos son, en América, dos enemigos de la libertad de pensar. Nada quieren las nuevas repúblicas admitir, que no traiga el pase... ¡ Imiten la originalidad, ya que tratan de imitar todo!
* Sobre el colonialismo comercial: Unos toman por prosperidad el ver sus puertos llenos de barcos... ajenos, y sus  casas convertidas en almacenes de efectos... ajenos. Cada día llega una remesa de ropa hecha, y hasta de gorras para los indios. En breve se verán paquetitos dorados, con las armas de la corona, conteniendo greda preparada por un nuevo proceder, para los muchachos acostumbrados a comer tierra.

*Sobre la educación popular: Mandar recitar de memoria lo que no se entiende, es hacer papagayos. Enseñen a los niños a ser preguntones, para que se acostumbren a obedecer a la razón: no a la autoridad como los limitados, ni a la costumbre como los estúpidos. Al que no sabe, cualquiera lo engaña. Al que no tiene, cualquiera lo compra.

EDUARDO GALEANO. ESPEJOS

lunes, 23 de marzo de 2020

la memoria







  Esta hora de la tarde, que para los creyentes es la hora del examen de conciencia, es dura para el prisionero o el exiliado que no tiene que examinar más que el vacío. Quedaban un momento suspendidos de ella, después volvían a la atonía y se encerraban en la peste.
  Ya quedaba explicado que todo consistía en renunciar a lo que había en ellos de más personal. Mientras que en los primeros tiempos de la peste eran heridos por una multitud de pequeñeces que contaban mucho para ellos y nada para los otros, y hacían así la experiencia de la vida personal, ahora, por el contrario, no se interesaban sino en lo que interesaba a los otros, no tenían más que ideas generales y su amor mismo había tomado para ellos la fisonomía más abstracta. A tal punto estaban abandonados a la peste que a veces les sucedía no esperar sino en su sueño y se sorprendían pensando: ¡ Los bubones y acabar de una vez!. pero, en verdad, ya estaban dormidos; todo aquel tiempo fue como un largo sueño. La ciudad estaba llena de dormidos despiertos que no escapaban realmente a su suerte sino esas pocas veces en que, por la noche, su herida, en apariencia cerrada se habría bruscamente. Y despertados por ella con un sobresalto, tanteaban con una especie de distracción sus labios irritados, volviendo a encontrar en un relámpago su sufrimiento, súbitamente rejuvenecido, y, con él, el rostro acongojado de su amor. Por la mañana volvían a la plaga, esto es, a la  rutina.
  Pero, se dirá, esos separados, ¿ que aspecto tenían? Pues bien, no tenían ningún aspecto particular. O si se quiere, tenían el mismo aspecto de los demás, un aspecto enteramente general. Compartían la placidez y las agitaciones pueriles de la ciudad. Perdían la apariencia del sentido crítico adquiriendo la apariencia de la sangre fría. Se podía ver, por ejemplo, a los más inteligentes haciendo como que buscaban, al igual que todo el mundo, en los periódicos o en las emisiones de radio, razones para creer en un rápido fin de la peste, para concebir esperanzas quiméricas o experimentar temores sin fundamento ante la lectura de ciertas consideraciones que cualquier periodista había escrito al azar, bostezando de aburrimiento... La peste había suprimido las tablas de valores. Y esto se veía, sobre todo, en que nadie se preocupaba de la calidad de los trajes ni de los alimentos. Todo se aceptaba en bloque.
 Podemos decir, para terminar, que los separados ya no tenían aquel curioso privilegio que al principio  los preservaba. Habían perdido el egoísmo del amor y el beneficio que conforta. Ahora, al menos, la situación estaba clara: la plaga alcanzaba a todo el mundo... Nuestro amor estaba siempre ahí, sin duda, pero sencillamente no era utilizable, era pesado de llevar, inerte en el fondo de nosotros mismos, estéril como el crimen o la condenación. No era más que una paciencia sin porvenir y una esperanza obstinada. Y desde este punto de vista, la actitud de algunos de nuestros conciudadanos era  como esas largas colas en los cuatro extremos de la ciudad, a la puerta de los almacenes de los productos alimenticios. Era la misma resignación y la misma longanimidad a la vez ilimitada y sin ilusiones.



- ¿ Cree usted en Dios, doctor?
También esta pregunta estaba formulada con naturalidad. Pero Rieux titubeó.
- No, pero eso ¿ qué importa? Yo vivo en la noche y hago por ver claro.




¿ No es cierto, puesto que el orden del mundo está regido por la muerte, que acaso es mejor para Dios que no crea uno en Él y que luche con todas sus fuerzas contra la muerte, sin levantar los ojos al cielo donde Él está callado?
-Sí - asintió Tarrou-, puedo comprenderlo. Pero las victorias de usted serán siempre provisionales, eso es todo.
Rieux pareció ponerse sombrío.
- Siempre, ya lo sé. Pero eso no es una razón para dejar de luchar.
- No, no es una razón. Pero me imagino, entonces, lo que debe de ser una peste para usted.
- Sí- dijo Rieux-, una interminable derrota.
Tarrou se quedó mirando un rato al doctor, después se levantó y fue pesadamente hacia la puerta.
Rieux le siguió. Cuando ya estaba junto a él, Tarrou, que iba como mirándose los pies, le dijo:
- ¿ Quién le ha enseñado  a usted todo eso, doctor?
La respuesta vino inmediatamente.
- La miseria.


LA PESTE.  ALBERT  CAMUS

domingo, 22 de marzo de 2020

Otro tiempo vendrá distinto a éste



Y alguien dirá:
< hablaste mas. Debiste haber contado
otras historias:
violines estirándose indolentes
en una noche densa de perfumes,
bellas palabras calificativas
para expresar amor ilimitado,
amor al fin sobre las cosas
todas>.

Pero hoy,
cuando es la luz del alba
como la espuma sucia
de un día anticipadamente inútil,
estoy aquí,
insomne, fatigado, velando
mis armas derrotadas,
y canto
todo lo que perdí: por lo que muero.


YO MISMO

Yo mismo
me encontré frente a mí en una encrucijada.
Vi en mi rostro
una obstinada expresión, y dureza en los ojos, como
un hombre decidido a cualquier cosa.

el camino era estrecho, y me dije.
< Apártate, déjame
paso,
pues tengo que llegar hasta tal sitio>.

Pero yo no era fuerte y mi enemigo
me cayó encima con todo el peso de mi carne,
y quedé derrotado en la cuneta.

Sucedió de tal modo, y nunca pude
llegar a aquel lugar, y desde entonces
mi cuerpo marcha solo, equivocándose,
torciendo los designios que yo trazo.


EL RECUERDO

Si fuese débil, si
me abandonase a tu canto un solo instante,
no podría
desasirme ya nunca de tus redes
y me debatiría,
inmóvil en tu centro,
los siglos o las horas que aún me quedan.

Te oigo a lo lejos,
hablas
de cosas que también están lejanas,
pero no escucho,
cierro mis oídos,
y miro el mar, el cielo, las gaviotas,
con toda la atención puesta en su vuelo, 
con toda el alma sobre su aventura.

No tienes fuerzas para retenerme,
pero
cada vez que te oigo a pesar mío,
vacilo
y siento
el deseo de acostarme
 sobre la arena blanca  de la playa
y llorar escuchando tus historias
que empiezan de mil modos diferentes
para llegar al mismo
final
siempre:

< el hombre, solo, frente al mar, por último...>


FINALMENTE

Al final de la vida,
no sin melancolía,
                             comprobamos
que, al margen ya de todo,
vale la pena.

Poco de lo restante prevalece.


Ángel González. Palabra sobre palabra

viernes, 20 de marzo de 2020

Un cuadro que no resulta chocante no merece la pena


   Nunca he sido capaz de obligarme a mí mismo a aceptar las fórmulas establecidas, a copiar o a ceder a una influencia hasta el punto de hacer algo que recordase lo que había visto la víspera en un escaparate.
  El cubismo me interesó unos meses sólo; a finales de 1912 ya estaba pensando en otra cosa. Así que era más una forma de experimentar que un convencimiento. De 1902 a 1910 anduve nadando entre varias aguas. Me pasé ocho años haciendo ejercicios de natación.


                                        " ¿ Cuál es el origen de ese cuadro?"


             El origen es el propio desnudo. Pintar un desnudo que no fuera un desnudo clásico, echado o de pie, y ponerlo en movimiento. Había en ello algo gracioso que, por cierto, no resultó nada gracioso cuando lo hice. el movimiento apareció como un argumento que me decidió a llevarlo a cabo. En el desnudo bajando las escaleras quise crear una imagen estática del movimiento: el movimiento es una abstracción, una deducción articulada dentro del cuadro sin que haya por qué saber si un personaje real baja o no baja unas escaleras también reales. En realidad, la que incorpora el movimiento al cuadro es la mirada del espectador.
  Iba a romper para siempre las cadenas de esclavitud del naturalismo.
¿ Se acuerda de que el Desnudo bajando las escaleras lo rechazaron en el Salón de los Independientes de 1912?.

CABANNE: Antes de entrar en detalles, podríamos hablar del acontecimiento decisivo de su vida, es decir, del hecho de que tras pintar durante unos veinticinco años dejó usted la pintura de golpe.
DUCHAMP: Fue consecuencia de varias cosas. Lo primero, del roce cotidiano con otros artistas; el  hecho de vivir entre artistas, de hablar con artistas me resultó muy desagradable. Hubo un incidente, en 1912, que me desquició, por decirlo de alguna manera, y ocurrió cuando llevé a la exposición de los Independientes el Desnudo bajando las escaleras y me pidieron, antes de la inauguración, que lo retirase. En el grupo de personas más avanzadas de la época algunas sentían unos escrúpulos extraordinarios, estaban como atemorizadas. A personas como Gleizes, que era sin embargo inteligentísimo, les pareció que aquel desnudo no encajaba del todo en la línea que tenían ya trazada. Hacía dos o tres años que existía el cubismo y tenían una línea de conducta clarísima, recta, que preveía todo lo que debía ocurrir. Me pareció de una ingenuidad insensata. En aquel momento aquello fue un cubo de agua fría tal que reaccioné contra esa forma de comportamiento de esos artistas, de quienes yo pensaba que eran libres, y me pasé a una profesión. me hice bibliotecario en la biblioteca de Sainte- Geneviéve.


                                                  

                                                   " La idea del azar"


            La idea del azar, que estaba muy presente por aquella época en la mente de muchas personas, me llamó también a mí la atención. Lo que se pretendía, sobre todo, era que se olvidase la mano ya que , en el fondo, incluso la propia mano es azar.
  El puro azar, me interesaba como medio de ir en contra de la realidad lógica; poner algo en un lienzo, en un trozo de papel, asociar la idea de un hilo recto y horizontal de un metro de longitud en un plano horizontal a la de su propia deformación, a su aire. Me hizo gracia. Eso de que me hiciera gracia fue siempre lo que me decidía a hacer las cosas, y a repetirlas tres veces...          

                                          " ¿ Cuál fue la génesis mental del Gran vidrio?"


No lo sé. Con frecuencia, se trata de cosas técnicas. El cristal me interesaba mucho para usarlo de soporte, porque es transparente. Eso ya era una gran cosa. Luego está el color que, cuando se pone en un cristal, puede verse desde el otro lado y no hay ya oportunidad de que se oxide al encerrarlo. el color conserva una visualidad pura tanto tiempo cuanto sea posible. Todo eso eran cuestiones técnicas que tenían su importancia. Además, la perspectiva era muy importante. Gran vidrio es una rehabilitación de la perspectiva que se había quedado totalmente al margen y con mala fama .Era una perspectiva matemática basada en cálculos y dimensiones. No era ya la perspectiva realista. Todo se volvía conceptual.

CABANNE: ¿ Qué es para usted el gusto?
DUCHAMP: Un hábito. La repetición de una cosa ya aceptada. Si se vuelve a las andadas varias veces, se convierte en gusto. Bueno o malo, da igual, siempre es gusto.
CABANNE: ¿ Cómo se la arregló para librarse del gusto?
DUCHAMP: Con el dibujo mecánico, que no tolera gusto alguno ya que se halla fuera de toda convención pictórica.

CABANNE: ¿ Nunca volvió a sentir deseos de volver a pintar?
DUCHAMP: No, porque cuando voy a un museo no siento esa especie de estupefacción, de asombro o de curiosidad ante un cuadro. Nunca. Me refiero a los antiguos, a las cosas antiguas... He sido realmente alguien que colgó los hábitos, en el sentido religioso de la palabra. pero no lo hice aposta. Es que me  asqueé.

¿No volvió a tocar ni un pincel ni un lápiz?

 No, no tiene interés alguno para mí. Es una carencia de atracción, una carencia de interés.
  Creo que la pintura se muere, ¿ sabe? El cuadro se muere al cabo de cuarenta o cincuenta años porque se le va la lozanía. También la escultura se muere. Es una manía mía que nadie acepta, pero me da igual. Creo que un cuadro al cabo de unos años se muere como el hombre que lo hizo; luego, se llama historia del arte. Hay una diferencia  tremenda entre un Monet de ahora, que es de lo más negro, y un Monet de hace entre sesenta y ochenta años, que resplandecía cuando lo pintaron. Ahora ha entrado ya en la historia, es algo aceptado, y además eso está muy bien, no le cambia nada a nada. Los hombres son mortales, los cuadros también. La historia del arte es lo que queda de una época en un museo, pero eso no quiere decir que sea  forzosamente lo mejor de aquella época y, en el fondo, es probablemente incluso, la expresión de la mediocridad de esa época, porque las cosas hermosas desaparecieron, el público no quiso conservarlas. pero todo esto es filosofía.

  En la producción de todo genio, gran pintor o gran artista no hay en realidad más que cuatro o cinco cosas que cuenten en serio en su vida. El resto es sólo relleno cotidiano.

Su mejor obra ha sido cómo usó usted el tiempo.

Es cierto. Me parece que es cierto, vamos.

PIERRE CABANNE CONVERSACIONES CON MARCEL DUCHAMP

jueves, 19 de marzo de 2020



No hay pesar
que el tiempo no cure,
pérdida ni traición
irremediable.
Bálsamo para el alma,
aun si la tumba
cercena
al amante del amado
y cuanto comparten.
Mira, brilla el sol,
pasado el aguacero;
las flores lucen su belleza,
¡ qué hermoso día!
Que el amor y el deber
no te inquieten.
Los amigos largo tiempo olvidados
quizá te esperen allí donde
vida y muerte
todo igualan.
Nadie largo tiempo te llorará,
por ti rezará, te extrañará.
Tu lugar ha quedado libre,
tú ya no estás.


        Walter de la Mare

En la vida tienes unos cuantos sitios, o quizá uno solo, donde ocurrió algo, y después están todos los demás sitios.

         Alice Munro

miércoles, 18 de marzo de 2020

En estos tiempos


  " Todos estamos condenados al polvo y al olvido, y las personas a quienes yo he evocado en este libro o ya están muertas o están a punto de morir o como mucho morirán- quiero decir, moriremos- al cabo de unos años que no pueden contarse en siglos sino en decenios. < Ayer se fue, mañana no ha llegado, / hoy se está yendo sin parar un punto, / son un fue, y un será, y un es cansado...>, decía Quevedo al referirse a la fugacidad de nuestra existencia, encaminada siempre ineluctablemente hacia ese momento en que dejaremos de ser.  Sobrevivimos por unos frágiles años, todavía, después de muertos, en la memoria de otros, pero también esa memoria personal, con cada instante que pasa, está siempre más cerca de desaparecer. Los libros son un simulacro de recuerdo, una prótesis para recordar, un intento desesperado por hacer un poco más perdurable lo que es irremediablemente finito. Todas estas personas con las que está tejida la trama más entrañable de memoria, todas esas presencias que fueron mi infancia y mi juventud o ya desaparecieron, y son sólo fantasmas, o vamos camino de desaparecer, y somos proyectos de espectros que todavía se mueven por el mundo. En breve todas estas personas de carne y hueso, todos estos amigos y parientes a quienes tanto quiero, todos esos enemigos que devotamente me odian no serán más reales que cualquier personaje de ficción, y tendrán su misma consistencia fantasmal de evocaciones y espectros, y eso en el mejor de los casos, pues de la mayoría de ellos no quedará sino un puñado de polvo y la inscripción de una lápida cuyas letras se irán borrando en el cementerio. Visto en perspectiva, como el tiempo del recuerdo vivido es tan corto, si juzgamos sabiamente, <ya somos el olvido que seremos>, como decía Borges. Para él este olvido y ese polvo elemental en el que nos convertiremos eran un consuelo <bajo el indiferente azul del cielo>. Si el cielo, como parece, es indiferente a todas nuestras alegrías y a todas nuestras desgracias, si al universo le tiene sin cuidado que existan hombres o no, volver a integrarnos en la nada de la que vinimos es, sí, la peor desgracia, pero al mismo tiempo, también, el mayor alivio y el único descanso, pues ya no sufriremos con la tragedia, que es la conciencia del dolor y de la muerte de las personas que amamos. Aunque puedo creerlo, no quiero imaginar el momento el momento doloroso en que también las personas que más quiero- hijos, mujer, amigos, parientes- dejarán de existir, que será el momento en que yo dejaré de vivir, como recuerdo vivido de alguien, definitivamente. Mi padre tampoco supo, ni quiso saber, cuándo moriría yo. Lo que sí sabía, y ese, quizá, es otro de nuestros frágiles consuelos, es que yo lo iba a recordar siempre, y que lucharía por rescatarlo del olvido al menos por unos cuantos años más, que no sé cuánto duren, con el poder evocador de las palabras"

Héctor  Abad Faciolince

El olvido que seremos


  " Se ignora que el valor es virtud de los inermes, de los pacíficos - nunca de los matones-, y  que  a última hora las guerras las ganan siempre los hombres de paz, nunca los jaleadores de la guerra. Sólo es valiente quien puede permitirse el lujo de la animalidad que llama amor al prójimo, y es lo específicamente humano"   Antonio Machado